EN RETIRADA
Aún cuando en la década del sesenta se los atacó por
considerárselos “elitistas”, los museos de arte fueron, desde sus inicios,
espacios de democratización del patrimonio estético, lugares de la vida
pública, de difusión de conocimientos comunes y de socialización de la cultura.
Así fueron concebidos el Museo del Louvre en Paris y el Museo Británico de
Londres –los primeros en abrir sus puertas– a finales del siglo dieciocho, pero
también el Museo Nacional de Bellas Artes en Buenos Aires, y todos los
organismos que el Estado argentino fue creando, a lo largo de la historia, con
el fin de resguardar, conservar y promover la creación artística.
En
los años recientes, las presiones económicas y políticas, sumadas a la
creciente e irrefrenable mercantilización de las obras artísticas, han
desdibujado aquella misión. La habitual lectura histórica y reflexiva sobre la
que se sustentaban las colecciones fue dando paso a una política de
exhibiciones cada vez más engarzada en el presente, determinando que los
objetivos de los museos se acerquen peligrosamente a los del mercado del arte,
y con ello, que su destino se balancee al ritmo de la producción artística contemporánea.
El fenómeno tiene magnitud mundial y ha llevado a una reconsideración de las
instituciones museísticas; no obstante, en los países donde éstas siguen
dependiendo del Estado, su integración a la res pública continúa siendo un
objetivo inalienable.(...)
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